lunes, 23 de abril de 2018
La miro a los ojos. Nunca los he visto brillar con tal intensidad.
Se acerca a mí con la lentitud de quien quiere eternizar un momento. Su silencio es dolorosamente elocuente.
Lo sabe. ¿Desde cuándo? Ya no importa.
Le tiembla el labio, si no la conociera diría que está a punto de echarse a llorar.
Disimulo mi emoción, supongo que sin éxito porque me coge de las manos y me acaricia el dorso con el pulgar justo antes de que rodee su cuello con ellas.
Esto es una despedida.
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